miércoles, 19 de junio de 2013

NO HAY RESPETO YA NI POR EL DUELO


Diría que me sorprende, pero lo cierto es que no. Más bien me indigna, he de reconocerlo, aunque sea una palabra últimamente muy usada. Pero es que es verdad. Que el responsable de relaciones laborales de la CEOE, un tal José de la Cavada, salga a la prensa a decir sin un solo remordimiento que le parecen excesivos los cuatro días de permiso porque ha muerto tu padre, tu madre, tu hijo/a, tu hermano/a o tu pareja, y se basa en que los medios de transporte actuales son más rápidos y que ya no vamos en diligencia… Yo me pregunto si este hombre cuando se mira al espejo por las mañanas ve a una persona o a una especie de carcasa sin sangre ni vísceras que nada más está relleno de prepotencia, orgullo, desprecio por la condición humana y sobre todo mucha ambición y mucha necesidad de quedar por encima. ¿Esta gente tiene algo en las entrañas que no esté relacionado con el poder? Yo creo que no.
Me viene a la memoria una, llamémosla, anécdota, de hace unos años, y pienso “de aquellos polvos vienen estos lodos”. Ojo: con polvo me refiero al de la tierra y no a aquél que a todos se os ha venido a la cabeza.  Trabajaba entonces por cuenta ajena como informática en una consultora que prestaba servicios a un banco. Resulta que teníamos que resolver un problemón informático que no sabíamos por dónde coger. No había documentación, nadie que nos pudiera explicar qué pasaba, no existía modo alguno de solucionar la cuestión, por más vueltas que le diéramos y horas que le echáramos. Pues bien, nos llega el jefe de proyecto de la empresa a decirnos que nos tenemos que quedar el fin de semana, así, porque sí, por supuesto sin que nos lo paguen ni lo cambien por días de vacaciones. ¿Y para qué? Para dar imagen (palabras textuales del jefe de proyecto). Pero vamos a ver, si no hay forma de solucionarlo, no es culpa nuestra, estamos perdidos porque no tenemos ni dónde mirar. Da igual. Hay que venir. El jefe se va y le pregunto a un compañero si obedecerá. El compañero me contesta: “pues habrá que hacerlo”. “Pero no tiene sentido” le contesto. “Ya, pero lo dice el jefe”. Hala. A tragar. Lo dice el jefe. Da igual si no tiene razón. Qué más da. Qué importa si tú tenías planes. Qué importa si tus hijos te esperan en casa para que les ayudes a hacer los deberes. Qué importa si tu novia había sacado entradas para el cine. Qué importa si era el cumpleaños de tu mejor amigo. Nada importa. Lo dice el jefe. Y ahora van mucho más allá: qué importa si se te ha muerto un ser querido. Lo dicen desde la patronal. Vete al entierro y vuelves. Qué importa si estás hecho una mierda. Qué importa si no sabes ni dónde estás porque el dolor te está destrozando por dentro. Qué importa si tu mente es incapaz de pensar en otra cosa que en la persona que se acaba de ir. Qué importa que aunque vayas a trabajar estés como un zombi porque la pena te aplasta. Qué importa. Lo dice el jefe.
A mi compañero le contesté: “si todo el mundo pensara como tú, seguiríamos siendo esclavos como en la época de los romanos”. Si, más de uno pensará que hago demagogia y que esclavos no somos. No. Todavía no. Dale tiempo. Ya les parece mal hasta que lloremos a nuestros muertos. Lo siguiente será que les moleste que tengamos un coche, total, para eso está el transporte público. Luego que cojamos vacaciones, porque entonces volvemos desmotivados a trabajar. Luego que ganemos lo suficiente para tener ocio, porque entonces nos volvemos vagos y nada más queremos pasarlo bien y no trabajar. Luego que tengamos un sueldo porque igual ahorramos como hormiguitas, nos compramos un piso y entonces ya tenemos donde caernos muertos. Así que mejor no os pagamos, os metemos en barracones, os damos de comer y seguid trabajando, así ya verás como la economía funciona y España va bien. Y Europa ni te cuento.
Mi compañero reaccionó, decidió plantarse y no ir ese fin de semana a trabajar (yo ya me negué según me lo pidieron). No le echaron, como mucha gente puede pensar. Y aunque lo hubieran hecho, en aquellos tiempos había trabajo más que de sobra para los informáticos. Yo fui saltando de empresa en empresa porque no tragué con ese despotismo y la única consecuencia fue que no me subían de categoría, así que no me quedaba otra que despedirme yo e ir a otro sitio donde me pagaran mejor. Porque estamos hablando de un trabajo por cuenta ajena, te pagan por trabajar, y si cada día estás más cualificado y das más rendimiento en la empresa te tienen que pagar más. Porque si la empresa aumenta sus beneficios es gracias a ti. No es gracias a esos empresarios que se están forrando a costa de tu trabajo. No es gracias a esos mismos empresarios que te acusan de vago mientras ellos disfrutan de lujos que tú jamás podrás ver ni de lejos. No es gracias a carcasas como este ser de la CEOE (me niego a llamarle persona) al que le da igual que estés hundido en la miseria con tal de que sigas currando para él poder seguir con su tren de vida y esa sensación de poder ficticia.
Y digo ficticia porque si tienen el poder es porque se lo hemos permitido. Se han acostumbrado a que traguemos con todo con tal de no parecer peor que el que está al lado. Con tal de disfrutar de todas esas cosas que salen por la tele que dicen dan la felicidad. Nos han puesto la zanahoria delante de los ojos y no nos hemos dado cuenta de que no la podríamos alcanzar jamás. O si. Algunos lo han conseguido, bien por peloteo, bien por enchufe. ¿Y a costa de qué? De los que se han dejado engañar, con lo cual siguen tratándonos como idiotas. Aquellos fueron los polvos (insisto, los de tierra).
Ahora vienen los lodos. Ahora estás con el barro hasta las rodillas y no puedes moverte porque te hundes más. Pero tampoco puedes salir. Porque no hay nadie que te tienda la mano, todo el mundo está preocupado por no hundirse más. Ya da igual mirar al de al lado, está igual de mal que tú, pero sigues tragando porque temes quedarte sin nada. Tampoco te das cuenta de que hagas lo que hagas quien tiene el poder no va a preocuparse de si eres sumiso o no a la hora de echarte a la calle. Te echa y punto. Porque le sale de ahí mismo, como diría la Milá (que ya le vale...). Porque le importa una mierda si no puedes pagar tu hipoteca, si te echan a la calle y si tienes que ir a un comedor social. Siempre les importó un rábano pero te hacían creer que eras parte de la empresa y que aunque no ganaras mucho tu trabajo era muy importante. Y tú te lo creíste. Y ahora ¿sigues creyendo que quienes están arriba lo que hacen, lo hacen por nuestro bien? ¿A qué no?
Entonces dime por qué sigues votando los partidos de siempre aunque sabes que están corrompidos. Por qué sigues pensando que no puedes hacer nada cuando ves que las manifestaciones, recogidas de firmas y demás no le hacen ni pizca de gracia al gobierno. Por qué no eres capaz de darte cuenta de que ellos son pocos y cobardes y nosotros somos muchos y si dejamos de ser cobardes como ellos se les acaba el chiringuito. Por qué no dejas de atocinarte con el fútbol, los toros y la telebasura y empiezas a ser consciente de que tienes que preocuparte por lo que está pasando si no quieres estar cada día más embarrado. Si dejamos de tener miedo a que no salga nuestro partido porque el otro lo va a hacer peor, y si dejamos de tener miedo a que el otro esté un poco mejor que nosotros, y en lugar de eso nos unamos a él para salir del barro, si al fin nos damos cuenta de que si el jefe manda es porque nosotros lo consentimos, y decidimos darle la vuelta a la tortilla, es cuando saldremos de la crisis. Caso contrario, vamos de cabeza a la esclavitud. Al tiempo.

2 comentarios:

Psicologo Barcelona dijo...

No solo es un problema de cobardía, sino también de entorno. Estamos acostumbrados a imitar, y a camuflarnos entre las personas que nos rodean comportándonos como ellas, como la mayoría, para no sentirnos diferentes, raros, marginados. Hay muy pocos líderes, la mayoría no tienen desarrollado la capacidad real de guíar y ganarse el liderazgo.
Estamos adormecidos y anestesiados y necesitamos algo o alguien que nos despierte.
Muy buen y emocionante artículo.

Eva Montero Domínguez dijo...

Bueno, en el caso que expongo era más de tragar porque así pensaban que llegarían lejos en la empresa y si te revelabas no. Más que camuflarse, lo que en el fondo querían mis compañeros es no ser "uno más de los curritos" y ascender escalones como fuera. Lo que digo de la zanahoria. Y ahora aparte de adormecidos y anestesiados hay miedo real a quedarte sin empleo.
¡Gracias por leerme!