“Hay una palabra que define a los malos ciclistas: estorbo. Y otra a los malos conductores: peligro. Si no quieres ser ni de los unos ni de los otros, tu palabra es respeto. Para adelantar a un ciclista, espera el momento y deja metro y medio entre tu vehículo y él. Y si vas en bici, circula pegado a la derecha y no hagas cambios bruscos de dirección. Porque la circulación tiene distintos puntos de vista, ponte en el lugar de los demás. Tu seguridad está unida a la suya". Reproduzco el texto entero para no sacar la primera frase de contexto, a ver si alguien percibe en dicho mensaje que se intenta hacer ver a los conductores que la bici no es un estorbo. ¿Qué no lo percibís? Vaya, pues no debieron preguntaros en la encuesta que me aseguró la directora general de tráfico, María Seguí, dice que hizo la empresa de publicidad que lo realizó.
Esta campaña de la DGT ya os sonará, no es nueva, es del año pasado, pero a pesar de las protestas de los colectivos pro bici se sigue manteniendo. Ayer en Unibike se celebró una ponencia sobre Seguridad Vial y Ciclismo seguida de una mesa redonda con María Seguí. Uno de los intervinientes le insistió a la directora en que llamar al ciclista "estorbo", así como los anuncios demasiado truculentos ("¿eh?” dijo la directora, como si no supiera qué significaba esa palabra) no contribuían mucho a la seguridad vial, ni de ciclistas, ni de conductores. La directora entonces dijo que el mensaje no decía que el ciclista fuera un estorbo, sino que lo que se intentaba era que precisamente no se viera como tal. Desde las sillas del público no pude evitar negar con la cabeza y ella me miró, con lo cual sospecho que cuando la abordé al acabar la mesa redonda sabía lo que le esperaba.
Le dije que no estaba de acuerdo con lo que había dicho, que el mensaje se lo puede tomar un desconsiderado como una licencia para saltarse las normas y no respetar la distancia de seguridad, y que era psicóloga y por ello sabía que el hecho simple de meter la palabra "estorbo" en la mente del conductor es perjudicial. A esto me contestó (más bien me estaba contestando mientras hablaba porque no me dejaba hablar) "pues aunque seas psicólogo..." lo que me faltaba, encima de autoritaria, ¡machista!. ”Psicóloga" le rectifico, y ella repite, corrigiéndose (menos mal) “psicóloga”, para seguir a continuación diciendo que "también hay psicólogos en la DGT" que "la gente de publicidad sabe lo que hace" y que "no va a estar supervisando todo, porque confía en los publicistas". Pues si no está pendiente de algo tan importante como el mensaje que se da a la población a través de los medios de comunicación, miedo me da qué otras decisiones puede tomar. Como insistía en que el mensaje era el que ella decía y no el que entiende todo el mundo, le dije que hiciera una encuesta preguntando a la gente qué piensa, y me dice que la han hecho, que eso hacen las empresas de publicidad... ¿me río o me echo a llorar?
Total, que al final la discusión quedó en nada pero yo no podía callarme ni perder esa oportunidad de decirle a la cara que no nos tomara por idiotas. El mensaje es claro, como le dije: un conductor con mala baba o mucha prisa que se encuentra con un ciclista no muy orillado a la derecha (sin pensar que quizá el arcén está impracticable o que estamos en ciudad y no se quiere arriesgar a que le cierre un conductor que vaya a girar a la derecha) piense que, como es un mal ciclista y por tanto un estorbo, está en su derecho de pasarle cerca para "darle una lección" con el consiguiente peligro. Eso sí, un ciclista que hace las cosas mal, es un “mal ciclista y un estorbo” mientras que conductor que juega con la vida de un ciclista no es un mal conductor, sino simplemente "peligro". ¿Misma vara de medir? ¿Quién es aquí el más débil?
Esto no fue lo único que me hubiera gustado decirle a la directora, porque al estar en la zona derecha del público y el micrófono más cerca de la zona izquierda, se pasó el turno de preguntas antes de que me cedieran el micrófono porque (por suerte) fueron muchos los que la interpelaron. Me hubiera gustado decirle que si estudió Medicina, o, si, por el contrario, se había leído un libro de “cómo manipular” porque al hacer su exposición inicial empieza (tras un buen "repaso" por parte del ponente de la European Cyclists Federation sobre lo poco que les preocupa a gobiernos como el español la seguridad del ciclista) diciendo que "como ahora han cambiado las cosas y se quiere arrinconar al coche...". Esta frase dice mucho de cómo piensa la directora: en su mente está "arrinconar" como en la de tantos conductores molestos con la presencia de las bicis en calles y carreteras. Ahí tenemos otra técnica de "vuelta a la tortilla" sin ningún tipo de base. ¿Quién está hablando de arrinconar al coche? Como ella bien dijo, más de la mitad de los españoles tenemos un permiso de conducir, y entre ellos se cuentan multitud de ciclistas, incluida yo, y no tengo intención para nada de arrinconar a mi propio coche al que en tantos viajes he cargado con mi bici. Ahora resulta que las víctimas van a ser los coches ¿y así pretende proteger a los ciclistas?
Ejerzo una profesión con vocación de ayuda a los demás, tal cual se supone que es el objeto de quien estudió Medicina, como la directora. Si añadimos que en teoría (aunque en la práctica sea justo al contrario) un político también se supone que tendría que tener vocación de ayuda al ciudadano, espero que a pesar de quererse imponer a toda costa, de no escuchar ni dar su brazo a torcer, la directora general de tráfico rectifique y quite de una vez esa campaña porque no sólo no sirve para evitar más accidentes, sino incluso para provocar más. Señora Seguí: los ciclistas vamos a seguir ahí, no nos van a arrinconar, así que si quiere bajar la siniestralidad, empiece a escuchar a los colectivos de ciclistas y a los de peatones. Que un ejecutivo llegue cinco minutos tarde a una reunión porque se ha encontrado ciclistas en su camino no es una tragedia, que por no esperar provoque una muerte, sí que lo es. ¿De qué lado está, tanto que dice que es ciclista? ¡Demuéstrelo! Y si no, el estorbo es usted.
domingo, 21 de septiembre de 2014
jueves, 19 de septiembre de 2013
MÁS ALLÁ DE LOS
CICLISTAS
2013. Han pasado 30 años desde la primera retransmisión en
directo de la Vuelta, desde que yo me “enganché” definitivamente al ciclismo,
aunque ya llevaba un par de años siguiendo los resúmenes. Y han pasado 10 desde
que consiguiera pases para sobrepasar esas vallas y poder vivir el ciclismo
desde dentro. Desde entonces no he dejado de acudir in situ a la Vuelta y a
otras carreras. Y nunca deja de sorprenderme. Por ello este año encontré por
fin la respuesta a por qué me gusta tanto el ciclismo. Es muy sencillo: por su diversidad,
y porque está siempre cambiando. Puede que para la gente que ve una etapa llana
por la tele resulte aburrido, pero es que el ciclismo es mucho más que eso. No
hay más que ver, por ejemplo, todo lo que hay tras la Vuelta.
Para quien no conoce este mundillo, puede que simplemente
piense que son ciclistas compitiendo a ver quién llega el primero y ya está. Eso
es lo estándar, lo habitual en otros deportes, el que llega primero, el que
mejor ejecuta unos movimientos, el que marca más goles, encesta más, consigue
más puntos, salta más alto, lanza más lejos... Pero el ciclismo es otra cosa. Un
deporte colectivo pero en el que sólo uno (salvo la clasificación por equipos,
claro) se sube a lo más alto, en el que cada competición es diferente porque es
diferente el recorrido, en el que puede haber carreras de un día o carreras por
etapas, en el que cuando son carreras por etapas no hay sólo un ganador sino
varios, la etapa y la general en cada clasificación: individual, montaña,
regularidad, combinada y equipos (y al mejor joven en algunas carreras). Hay
premio incluso para quien no gana pero lucha: la combatividad. Dado que durante
todos estos años fui asimilando esos conocimientos, no me di cuenta de la
complejidad de este deporte hasta que tuve que explicarles a mis sobrinos que
una cosa es ganar un día y otro ser el líder de la carrera, y el por qué cuando
uno se escapa no sale el que va primero a intentar ganarle.
Pero el ciclismo no es sólo la carrera. En la Vuelta hay un
sinfín de microcosmos dentro y fuera. Por ejemplo, las salidas. El público. Son
muchos los vecinos de las localidades de donde sale una etapa que se movilizan
a ver qué pasa ahí, a buscar regalos y a sacarse fotos con los ciclistas y
pedirles autógrafos (aunque no los conozcan). Hasta retratan a los coches de
equipo y a las formaciones de motos de la Guardia Civil. Luego se preguntan qué
hay que hacer para pasar al punto de encuentro, y dónde dan esas pulseras (los
pases). Algunos alcaldes sacan a la banda a tocar para celebrar que los
ciclistas están en su pueblo. Los afortunados que conocen a alguien que les ha
conseguido un pase para el punto de encuentro (un recinto vallado que contiene
unos cuantos stands) arramplan con gorras, sombreros, bolsas, banderitas, bidones,
aplaudidores… y se ponen ciegos a fruta, gazpacho, canapés, bebidas… Los más
entendidos buscan entre el personal de la Vuelta a ciclistas retirados para
sacarse más fotos, y otros contemplan el espectáculo de un chaval con una bici
saltar sobre una chica que está en el suelo con los brazos en cruz y las
piernas en “v”. Y hay quien es capaz de acordarse de cuándo se hace el sorteo de
un lote de productos de cierto hipermercado para ver si le ha tocado y subirse
a un pódium donde la speaker le hace entrega del premio.
En la meta también hay mucho que ver. En los bares las
conversaciones giran alrededor del ciclismo: está el vecino que pregunta si tal
ciclista está y si no corre deja de interesarle, el primo del sobrino de la tía
abuela del corredor del equipo tal, el del pueblo de toda la vida que va dando
detalle de por dónde van a pasar y cómo es ahí la pendiente, qué duro, seguro
que van despacio… y luego se asombran cuando ven pasar al pelotón a toda
velocidad. Y lo más gracioso es contemplar cómo los paisanos que llenan un bar mientras
echan la etapa por la tele, desaparecen como si les hubieran barrido cuando los
ciclistas se van acercando para verlos pasar en vivo y en directo. Una vez
acabada la etapa, el espectáculo continúa: en el parque Vuelta, hay diversiones
para los chavales y más regalos, y aquí no hace falta ningún pase.
Esto es el público. Ahora vamos con los que viven durante
más de tres semanas en esa ciudad ambulante que es la Vuelta. Están los que
transportan y montan todo el “tenderete”: vallas, stands, camiones, gradas, enlaces
de radio y tv, catering, caravana publicitaria… y variedad de trabajadores:
azafatas, camareras, camioneros, policías nacionales, guardias civiles,
montadores, técnicos de sonido e imagen, cámaras, periodistas, relaciones
públicas, patrocinadores, etc. etc. Entre ellos encontramos a jóvenes que no
tienen ni idea de ciclismo y que están por ganar un dinerillo esas tres
semanas, como suelen ser los que montan y desmontan las vallas, los que vigilan
que no entre nadie sin pase, y los que sirven canapés y bebidas. Pero también hay
gente que conoce el ciclismo mejor que nadie porque de ese mundo vienen, los ex
profesionales que conducen los coches de invitados en las etapas o trabajan
como chóferes de las autoridades, y los periodistas que empiezan a contar por
decenas las carreras que han cubierto. Si hasta tenemos a ex ciclistas en los
medios de comunicación…
En meta en lugar de punto de encuentro hay camiones-bar
donde invitados y patrocinadores (a los de prensa no nos dejan entrar a menos
que tengas pase especial) disfrutan de barra libre y picoteo mientras ven la
Vuelta en una tele dentro del camión o suben al techo para verla desde las
alturas. Aquí me resultó curioso contemplar como un patrocinador se puso muy
contento al distinguir las banderitas o los aplaudidores de su empresa,
repartidas por las diligentes azafatas entre el público congregado tras las
vallas, ondeando y destacándose a la llegada de los ciclistas. ¡Mira qué bien
se ven! exclamaba tan contento, como si los telespectadores pudieran distinguir
la marca a través de la caja tonta.
Tras el final de la etapa siempre hay un grupo de
aficionados agolpados alrededor del camión de TVE. ¿Para qué? ¡Perico, Perico…!
Ya ha pasado un cuarto de siglo desde que ganó el Tour y sigue firmando
autógrafos y posando con los aficionados que quieren foto, durante media hora mínimo
tras el final de la retransmisión. Yo creo que le han retratado más que a
muchas estrellas del celuloide. En una de esas etapas pude contemplar la
paciencia infinita de un policía al que un energúmeno con la bandera de un
equipo de fútbol le gritaba no sé qué de cierta estrella futbolera, y la que en
cambio estuvo a punto de perder un operario de televisión que comentó que como
no se le llevaran le iba a hacer cambiar de equipo de un guantazo…
Y si os habéis dado cuenta, llevo un montón de líneas
escritas… y todavía no he empezado de hablar de los verdaderos protagonistas:
los ciclistas. Pero entre tanto barullo ¿quién se acuerda de ellos? Pues los
que de verdad amamos el ciclismo. ¡Ellos sí que son los verdaderos
protagonistas!
jueves, 5 de septiembre de 2013
¿VUELVEN LOS ROMÁNTICOS?
La pregunta más bien sería ¿existen? Bueno, supongo que sí.
Con románticos no me refiero a aquéllos que regalan flores con una hermosa
tarjeta rosa y un te quiero escrito dentro de un orondo corazón, sino a
aquéllos que aún conservan sus ideales y para los que lo primero no es la pasta
ni el propio interés y aún creen que las personas merecen la pena por lo que
son y no por lo que valen.
Esto que parece tan obvio, que parece tan normal, con lo que
parece que todos estamos de acuerdo en tener como filosofía de vida, está “pasado
de moda”. Por eso tenemos la sociedad que tenemos, porque la mayoría de los
individuos sólo miran por sí mismos y en el fondo se considera estúpida a
aquella persona que es capaz de dar sin esperar recibir, o lo más un gesto de
agradecimiento. Es por eso por lo que se ve normal que cada vez se pague más
dinero por un futbolista, que “una empresa no sea una ONG”, por tanto los
directivos cobren 10.000 veces más que un currito, o dedicarle más horas al
trabajo que a la familia para ganar más dinero y subir escalafones, total, como
los ricos son los que dominan el mundo hay que pensar en ser como ellos. Me he
encontrado con personas que cuando critico esas cifras millonarias que gana una
pequeña parte de la población mundial mientras otra parte mucho mayor pasa
hambre, me dicen que si se lo pagan, por qué no lo van a ganar, que ellos
harían lo mismo. Apostillan que yo también, con el argumento de “como que tú
trabajas gratis”. No. No es así. Una cosa es trabajar gratis y otra que te
importen una mierda los demás con tal de sacar tu chiringuito adelante. Una
cosa es ganarte un sueldo por tu labor y otra exprimir lo más que puedas a tu
víctima para ser cada vez más rico. Una cosa es ser millonario y quedártelo
todo para ti y otro invertirlo en devolverle a la sociedad lo que estás
recibiendo subiendo el sueldo a tu plantilla si eres empresario o donando una
buena parte para labores benéficas si no lo eres. Pero ya sabemos que mucha
gente tiende a la dicotomía: o todo o nada, o blanco o negro, izquierdas o
derechas, cuando al final la verdadera cuestión está fuera de esos extremos.
Más que el hecho de que el Euskaltel fuera a desaparecer, me
dolió el cambio de política sometiéndose a la doctrina de la dictadura UCI.
Como necesitamos puntos para seguir en el UCI Pro Tour, a tomar por saco los
trabajadores de equipo a los que después de tanto sacrificio despedimos por
teléfono en una conversación de minuto y medio, como pasó con Amets Txurruka (cuánto
me alegré de que este gran ciclista encontrara hueco en el Caja Rural y ganara
la Vuelta a Asturias, se lo merece). En tiempos de Madariaga el Euskaltel era
un equipo pero intentaron convertirlo en una pandilla de mercenarios a ver
quién saca más puntos para poder seguir en el UCI Pro Tour y así ha ido. No
están acostumbrados a pensar de esa forma. Imagino la desorientación general
que han debido padecer sus corredores con ese cambio de filosofía, no me
extraña que los triunfos no llegaran. El ciclismo no es un deporte individual,
sino colectivo. Y muchísimo más complicado que el fútbol, el baloncesto y otros
deportes de equipo porque en éstos la función de cada uno no tiene por qué
pasar desapercibida, mientras que en el ciclismo uno brilla a costa de la
oscuridad de sus compañeros. Sin esa penumbra no es posible la luz, y si ahora todos
necesitan ser linternas para poder sobrevivir el equipo ya no es un equipo
¿quién trabaja para quién? Y si no tienes presupuesto para fichar un montón de
estrellas que ganen una carrera aquí y otra allá a ver cómo sobrevives.
Madariaga es un romántico igual que lo era Echávarri, en
aquellos tiempos en los que el Reynolds y el Banesto eran “todos para uno” y se
ganaban tours con muchos menos medios y dinero que ahora. El ciclismo ha
cambiado y parece que ahora no hay sitio para ellos. Pero cuando todo parecía
perdido aparece un piloto de fórmula 1 tan enamorado del ciclismo que decide
salvarle la vida al Euskaltel. Espero que, si de verdad es un romántico, vuelva
ese romanticismo al Euskaltel y volvamos a ver un auténtico equipo. De
cualquier forma, gracias, Fernando Alonso, por el cable que nos acabas de echar
a los que amamos el ciclismo… y a los que todavía tenemos esperanzas de que el
mundo cambie para bien. Qué le vamos a hacer, también soy una ilusa romántica…
¡pero no me mandéis flores! ;)
miércoles, 19 de junio de 2013
NO HAY RESPETO YA NI POR EL DUELO
Diría que me sorprende, pero lo cierto es que no. Más bien
me indigna, he de reconocerlo, aunque sea una palabra últimamente muy usada.
Pero es que es verdad. Que el responsable de relaciones laborales de la CEOE,
un tal José de la Cavada, salga a la prensa a decir sin un solo remordimiento
que le parecen excesivos los cuatro días de permiso porque ha muerto tu padre,
tu madre, tu hijo/a, tu hermano/a o tu pareja, y se basa en que los medios de
transporte actuales son más rápidos y que ya no vamos en diligencia… Yo me
pregunto si este hombre cuando se mira al espejo por las mañanas ve a una
persona o a una especie de carcasa sin sangre ni vísceras que nada más está
relleno de prepotencia, orgullo, desprecio por la condición humana y sobre todo
mucha ambición y mucha necesidad de quedar por encima. ¿Esta gente tiene algo
en las entrañas que no esté relacionado con el poder? Yo creo que no.
Me viene a la memoria una, llamémosla, anécdota, de hace
unos años, y pienso “de aquellos polvos vienen estos lodos”. Ojo: con polvo me
refiero al de la tierra y no a aquél que a todos se os ha venido a la cabeza. Trabajaba entonces por cuenta ajena como
informática en una consultora que prestaba servicios a un banco. Resulta que
teníamos que resolver un problemón informático que no sabíamos por dónde coger.
No había documentación, nadie que nos pudiera explicar qué pasaba, no existía
modo alguno de solucionar la cuestión, por más vueltas que le diéramos y horas
que le echáramos. Pues bien, nos llega el jefe de proyecto de la empresa a
decirnos que nos tenemos que quedar el fin de semana, así, porque sí, por
supuesto sin que nos lo paguen ni lo cambien por días de vacaciones. ¿Y para
qué? Para
dar imagen (palabras textuales del jefe de proyecto). Pero vamos a ver,
si no hay forma de solucionarlo, no es culpa nuestra, estamos perdidos porque
no tenemos ni dónde mirar. Da igual. Hay que venir. El jefe se va y le pregunto
a un compañero si obedecerá. El compañero me contesta: “pues habrá que hacerlo”. “Pero
no tiene sentido” le contesto. “Ya,
pero lo dice el jefe”. Hala. A tragar. Lo dice el jefe. Da igual si no
tiene razón. Qué más da. Qué importa si tú tenías planes. Qué importa si tus
hijos te esperan en casa para que les ayudes a hacer los deberes. Qué importa
si tu novia había sacado entradas para el cine. Qué importa si era el
cumpleaños de tu mejor amigo. Nada importa. Lo dice el jefe. Y ahora van mucho
más allá: qué importa si se te ha muerto un ser querido. Lo dicen desde la
patronal. Vete al entierro y vuelves. Qué importa si estás hecho una mierda.
Qué importa si no sabes ni dónde estás porque el dolor te está destrozando por
dentro. Qué importa si tu mente es incapaz de pensar en otra cosa que en la
persona que se acaba de ir. Qué importa que aunque vayas a trabajar estés como
un zombi porque la pena te aplasta. Qué importa. Lo dice el jefe.
A mi compañero le contesté: “si todo el mundo pensara como tú, seguiríamos siendo esclavos como en
la época de los romanos”. Si, más de uno pensará que hago demagogia y que
esclavos no somos. No. Todavía no. Dale tiempo. Ya les parece mal hasta que
lloremos a nuestros muertos. Lo siguiente será que les moleste que tengamos un
coche, total, para eso está el transporte público. Luego que cojamos
vacaciones, porque entonces volvemos desmotivados a trabajar. Luego que ganemos
lo suficiente para tener ocio, porque entonces nos volvemos vagos y nada más
queremos pasarlo bien y no trabajar. Luego que tengamos un sueldo porque igual ahorramos
como hormiguitas, nos compramos un piso y entonces ya tenemos donde caernos
muertos. Así que mejor no os pagamos, os metemos en barracones, os damos de
comer y seguid trabajando, así ya verás como la economía funciona y España va
bien. Y Europa ni te cuento.
Mi compañero reaccionó, decidió plantarse y no ir ese fin de
semana a trabajar (yo ya me negué según me lo pidieron). No le echaron, como
mucha gente puede pensar. Y aunque lo hubieran hecho, en aquellos tiempos había
trabajo más que de sobra para los informáticos. Yo fui saltando de empresa en
empresa porque no tragué con ese despotismo y la única consecuencia fue que no
me subían de categoría, así que no me quedaba otra que despedirme yo e ir a
otro sitio donde me pagaran mejor. Porque estamos hablando de un trabajo por
cuenta ajena, te pagan por trabajar, y si cada día estás más cualificado y das
más rendimiento en la empresa te tienen que pagar más. Porque si la empresa aumenta
sus beneficios es gracias a ti. No es gracias a esos empresarios que se están
forrando a costa de tu trabajo. No es gracias a esos mismos empresarios que te
acusan de vago mientras ellos disfrutan de lujos que tú jamás podrás ver ni de
lejos. No es gracias a carcasas como este ser de la CEOE (me niego a llamarle
persona) al que le da igual que estés hundido en la miseria con tal de que
sigas currando para él poder seguir con su tren de vida y esa sensación de poder
ficticia.
Y digo ficticia porque si tienen el poder es porque se lo
hemos permitido. Se han acostumbrado a que traguemos con todo con tal de no
parecer peor que el que está al lado. Con tal de disfrutar de todas esas cosas
que salen por la tele que dicen dan la felicidad. Nos han puesto la zanahoria
delante de los ojos y no nos hemos dado cuenta de que no la podríamos alcanzar
jamás. O si. Algunos lo han conseguido, bien por peloteo, bien por enchufe. ¿Y
a costa de qué? De los que se han dejado engañar, con lo cual siguen
tratándonos como idiotas. Aquellos fueron los polvos (insisto, los de tierra).
Ahora vienen los lodos. Ahora estás con el barro hasta las
rodillas y no puedes moverte porque te hundes más. Pero tampoco puedes salir.
Porque no hay nadie que te tienda la mano, todo el mundo está preocupado por no
hundirse más. Ya da igual mirar al de al lado, está igual de mal que tú, pero
sigues tragando porque temes quedarte sin nada. Tampoco te das cuenta de que
hagas lo que hagas quien tiene el poder no va a preocuparse de si eres sumiso o
no a la hora de echarte a la calle. Te echa y punto. Porque le sale de ahí
mismo, como diría la Milá (que ya le vale...). Porque le importa una mierda si no
puedes pagar tu hipoteca, si te echan a la calle y si tienes que ir a un
comedor social. Siempre les importó un rábano pero te hacían creer que eras
parte de la empresa y que aunque no ganaras mucho tu trabajo era muy importante.
Y tú te lo creíste. Y ahora ¿sigues creyendo que quienes están arriba lo que
hacen, lo hacen por nuestro bien? ¿A qué no?
Entonces dime por qué sigues votando los partidos de
siempre aunque sabes que están corrompidos. Por qué sigues pensando que no
puedes hacer nada cuando ves que las manifestaciones, recogidas de firmas y
demás no le hacen ni pizca de gracia al gobierno. Por qué no eres capaz de
darte cuenta de que ellos son pocos y cobardes y nosotros somos muchos y si
dejamos de ser cobardes como ellos se les acaba el chiringuito. Por qué no
dejas de atocinarte con el fútbol, los toros y la telebasura y empiezas a ser
consciente de que tienes que preocuparte por lo que está pasando si no quieres
estar cada día más embarrado. Si dejamos de tener miedo a que no salga nuestro
partido porque el otro lo va a hacer peor, y si dejamos de tener miedo a que el
otro esté un poco mejor que nosotros, y en lugar de eso nos unamos a él para
salir del barro, si al fin nos damos cuenta de que si el jefe manda es porque
nosotros lo consentimos, y decidimos darle la vuelta a la tortilla, es cuando
saldremos de la crisis. Caso contrario, vamos de cabeza a la esclavitud. Al
tiempo.
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