MÁS ALLÁ DE LOS
CICLISTAS
2013. Han pasado 30 años desde la primera retransmisión en
directo de la Vuelta, desde que yo me “enganché” definitivamente al ciclismo,
aunque ya llevaba un par de años siguiendo los resúmenes. Y han pasado 10 desde
que consiguiera pases para sobrepasar esas vallas y poder vivir el ciclismo
desde dentro. Desde entonces no he dejado de acudir in situ a la Vuelta y a
otras carreras. Y nunca deja de sorprenderme. Por ello este año encontré por
fin la respuesta a por qué me gusta tanto el ciclismo. Es muy sencillo: por su diversidad,
y porque está siempre cambiando. Puede que para la gente que ve una etapa llana
por la tele resulte aburrido, pero es que el ciclismo es mucho más que eso. No
hay más que ver, por ejemplo, todo lo que hay tras la Vuelta.
Para quien no conoce este mundillo, puede que simplemente
piense que son ciclistas compitiendo a ver quién llega el primero y ya está. Eso
es lo estándar, lo habitual en otros deportes, el que llega primero, el que
mejor ejecuta unos movimientos, el que marca más goles, encesta más, consigue
más puntos, salta más alto, lanza más lejos... Pero el ciclismo es otra cosa. Un
deporte colectivo pero en el que sólo uno (salvo la clasificación por equipos,
claro) se sube a lo más alto, en el que cada competición es diferente porque es
diferente el recorrido, en el que puede haber carreras de un día o carreras por
etapas, en el que cuando son carreras por etapas no hay sólo un ganador sino
varios, la etapa y la general en cada clasificación: individual, montaña,
regularidad, combinada y equipos (y al mejor joven en algunas carreras). Hay
premio incluso para quien no gana pero lucha: la combatividad. Dado que durante
todos estos años fui asimilando esos conocimientos, no me di cuenta de la
complejidad de este deporte hasta que tuve que explicarles a mis sobrinos que
una cosa es ganar un día y otro ser el líder de la carrera, y el por qué cuando
uno se escapa no sale el que va primero a intentar ganarle.
Pero el ciclismo no es sólo la carrera. En la Vuelta hay un
sinfín de microcosmos dentro y fuera. Por ejemplo, las salidas. El público. Son
muchos los vecinos de las localidades de donde sale una etapa que se movilizan
a ver qué pasa ahí, a buscar regalos y a sacarse fotos con los ciclistas y
pedirles autógrafos (aunque no los conozcan). Hasta retratan a los coches de
equipo y a las formaciones de motos de la Guardia Civil. Luego se preguntan qué
hay que hacer para pasar al punto de encuentro, y dónde dan esas pulseras (los
pases). Algunos alcaldes sacan a la banda a tocar para celebrar que los
ciclistas están en su pueblo. Los afortunados que conocen a alguien que les ha
conseguido un pase para el punto de encuentro (un recinto vallado que contiene
unos cuantos stands) arramplan con gorras, sombreros, bolsas, banderitas, bidones,
aplaudidores… y se ponen ciegos a fruta, gazpacho, canapés, bebidas… Los más
entendidos buscan entre el personal de la Vuelta a ciclistas retirados para
sacarse más fotos, y otros contemplan el espectáculo de un chaval con una bici
saltar sobre una chica que está en el suelo con los brazos en cruz y las
piernas en “v”. Y hay quien es capaz de acordarse de cuándo se hace el sorteo de
un lote de productos de cierto hipermercado para ver si le ha tocado y subirse
a un pódium donde la speaker le hace entrega del premio.
En la meta también hay mucho que ver. En los bares las
conversaciones giran alrededor del ciclismo: está el vecino que pregunta si tal
ciclista está y si no corre deja de interesarle, el primo del sobrino de la tía
abuela del corredor del equipo tal, el del pueblo de toda la vida que va dando
detalle de por dónde van a pasar y cómo es ahí la pendiente, qué duro, seguro
que van despacio… y luego se asombran cuando ven pasar al pelotón a toda
velocidad. Y lo más gracioso es contemplar cómo los paisanos que llenan un bar mientras
echan la etapa por la tele, desaparecen como si les hubieran barrido cuando los
ciclistas se van acercando para verlos pasar en vivo y en directo. Una vez
acabada la etapa, el espectáculo continúa: en el parque Vuelta, hay diversiones
para los chavales y más regalos, y aquí no hace falta ningún pase.
Esto es el público. Ahora vamos con los que viven durante
más de tres semanas en esa ciudad ambulante que es la Vuelta. Están los que
transportan y montan todo el “tenderete”: vallas, stands, camiones, gradas, enlaces
de radio y tv, catering, caravana publicitaria… y variedad de trabajadores:
azafatas, camareras, camioneros, policías nacionales, guardias civiles,
montadores, técnicos de sonido e imagen, cámaras, periodistas, relaciones
públicas, patrocinadores, etc. etc. Entre ellos encontramos a jóvenes que no
tienen ni idea de ciclismo y que están por ganar un dinerillo esas tres
semanas, como suelen ser los que montan y desmontan las vallas, los que vigilan
que no entre nadie sin pase, y los que sirven canapés y bebidas. Pero también hay
gente que conoce el ciclismo mejor que nadie porque de ese mundo vienen, los ex
profesionales que conducen los coches de invitados en las etapas o trabajan
como chóferes de las autoridades, y los periodistas que empiezan a contar por
decenas las carreras que han cubierto. Si hasta tenemos a ex ciclistas en los
medios de comunicación…
En meta en lugar de punto de encuentro hay camiones-bar
donde invitados y patrocinadores (a los de prensa no nos dejan entrar a menos
que tengas pase especial) disfrutan de barra libre y picoteo mientras ven la
Vuelta en una tele dentro del camión o suben al techo para verla desde las
alturas. Aquí me resultó curioso contemplar como un patrocinador se puso muy
contento al distinguir las banderitas o los aplaudidores de su empresa,
repartidas por las diligentes azafatas entre el público congregado tras las
vallas, ondeando y destacándose a la llegada de los ciclistas. ¡Mira qué bien
se ven! exclamaba tan contento, como si los telespectadores pudieran distinguir
la marca a través de la caja tonta.
Tras el final de la etapa siempre hay un grupo de
aficionados agolpados alrededor del camión de TVE. ¿Para qué? ¡Perico, Perico…!
Ya ha pasado un cuarto de siglo desde que ganó el Tour y sigue firmando
autógrafos y posando con los aficionados que quieren foto, durante media hora mínimo
tras el final de la retransmisión. Yo creo que le han retratado más que a
muchas estrellas del celuloide. En una de esas etapas pude contemplar la
paciencia infinita de un policía al que un energúmeno con la bandera de un
equipo de fútbol le gritaba no sé qué de cierta estrella futbolera, y la que en
cambio estuvo a punto de perder un operario de televisión que comentó que como
no se le llevaran le iba a hacer cambiar de equipo de un guantazo…
Y si os habéis dado cuenta, llevo un montón de líneas
escritas… y todavía no he empezado de hablar de los verdaderos protagonistas:
los ciclistas. Pero entre tanto barullo ¿quién se acuerda de ellos? Pues los
que de verdad amamos el ciclismo. ¡Ellos sí que son los verdaderos
protagonistas!
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