Interrumpo el serial "Matilde" para hablar de un acontecimiento excepcional: el pasado sábado tuve la suerte de asistir al partido de fútbol sala previo al Criterium de la Asociación de Ciclistas Profesionales (ACP), que se celebró en León con el objeto recaudar fondos para UNICEF. En el equipo de verde, teníamos a ciclistas ya retirados como Miguel Indurain, Pedro Delgado, Joan Llaneras y Javier Pascual Rodríguez, en activo como Benjamín Noval y Santi Pérez, y figuras de otros deportes como el judoka Ernesto Pérez (plata en los JJOO Atlanta'96), el montañero Juanito Oiarzábal, el baloncestista Jose Luis Llorente, el atleta Manolo Martínez y el ex futbolista Juan Carlos. En el equipo de rojo, ciclistas en activo como Samuel Sánchez, Carlos Sastre, Alejandro Valverde, Óscar Pereiro, Iván Gutiérrez y Luis León Sánchez, entre otros.

He de decir que he sido aficionada al fútbol “grande” muchos años, y también he visto bastantes encuentros de fútbol sala de aficionados, pero nunca jamás había disfrutado tanto viendo un partido. ¿Que qué hubo? ¿Muchos goles? No excesivos para el fútbol sala: 8 por cada equipo. ¿Filigranas?

Lo divertido del encuentro no fueron las jugadas, que también hubo, sino el ambiente que allí se vivió. La cosa ya prometía en el autobús municipal que trasladaba a los ciclistas desde el Parador al Palacio de los Deportes. Cuando por fin echó a andar tras esperar a unos y otros, se para sin haber recorrido ni cinco metros y los ciclistas se preguntan ¿quién falta?. En ese momento ven a Valverde correr para cogerlo y gritan todos al conductor: “Es Valverde, tira, tira, a bloque, a bloque”.
Luego, durante el partido, en la cara del carismático Perico no se borraba la sonrisa, ni tampoco en la del gran ídolo Indurain (cerebro y templanza de los verdes), o en la del siempre luchador Carlos Sastre. Otros se mostraban competitivos como si estuvieran disputando el Tour, caso de Iván Gutiérrez, Luis León Sánchez u Óscar Pereiro, pero como lo valiente no quita lo cortés, ni el jugar bien el hacer gansadas, el gallego no perdió la oportunidad de hacer bromas a diestro y siniestro. Y es que por sus reflejos se nota que está a la que salta para hacer unas


Entretanto, aprovechando que estaba en el banquillo, los aficionados aprovechaban para pedirle autógrafos y mientras firmaba Indurain no se perdía detalle del partido. Al término del mismo, Sastre estampaba su rúbrica también en un maillot amarillo. Y tras las gradas, fueron turnándose todas las figuras del deporte en una mesa para atender a la cola de aficionados que seguían pidiendo autógrafos. Sospecho que sus manos acabaron más cansadas que sus pies.



En suma, nada más quería escribir estas líneas para compartir con vosotros lo que supuso para mí uno de mis ratos más divertidos, vamos, que me dolían las mejillas de tanto reír... y es que esta gente transmite tan buen rollo que te salen hasta agujetas en los mofletes. Qué contagiosa es la sonrisa... aquí os dejo la de Perico.
